Hoy sentí ganas de llorar
Hoy sentí ganas de llorar. No
supe porqué, solo quería llorar. Quería desahogarme de todo lo que tenía para
desahogar pero no supe qué era. Quería llorar y llorar hasta el cansancio,
hasta que mis ojos se sequen, hasta que mi cara quede empapada, que esas lágrimas
recorran mis mejillas pasaran por las líneas de expresión de mi sonrisa, que
poco la uso, hasta llegar a la pera.
Todavía sigo preguntándome a
quién o a qué llorarle como buscando una excusa para poder sentirme aún mejor a
la hora de comenzar con el llanto, o quizá para buscar un chivo expiatorio para
no hacer el ridículo en una habitación en la que sólo cabía mi alma. Quería
llorar sin perder mi hombría, sabía que no era posible.
Solo quería llorar y después
me la arreglaría para buscar alguna razón. Al cabo de unos minutos descubrí que
sentía una leve frustración y dolor. Con almenos una idea vaga de mis
sentimientos seguí pensando mientras me aguantaba el llanto.
Respire profundo. Llené mis
pulmones hasta mas no poder, cerré los ojos y solté el aire. Tapé mis ojos con
mi ante brazo mientras miraba hacia arriba queriendo relajarme cada vez
más y más y así olvidar las razones que no sabía cuáles eran, pero que me
producían una desazón que no podía ocultar.
En un momento quise leer un
diario viejo que encontré pero fue en vano. El sentimiento me carcomía la
mente. Escuchaba el sonido de los motores de los autos, las bocinas, los
gritos, carcajadas, los pasos de la gente que venían de la terraza. El viento
helado se filtraba por debajo de la puerta y me ponía la piel de gallina.
El noticiero y su placa color
rojo sangre con la consigna "URGENTE", habitual de todos los días,
esta vez mostraba una noticia de un asesinato. Quise hacer zapping pero casi
todos los programas de noticias pasaban la marcha en contra de la violencia de
género.
Se me había ocurrido salir a
caminar por la costa para escuchar el sonido del mar y ver gente, debido a que
me sentía encerrado entre cuatro paredes y de paso despejaba un poco la mente.
Pero recordé que era de noche, era tarde y en medio de la oscuridad anda uno a
saber con qué loco te cruzás y te roba o te mata por un celular y un par de
zapatillas.
Comencé a caminar por todo el
departamento buscando algo para entretenerme y olvidar la frustración que,
todavía después de 2 horas, no sabía de donde venía.
Pensaba en mi familia que
estaba lejos ya que me fui de casa para estudiar y todos los días dedicaba
almenos una hora para escuchar sus voces por teléfono, el cual muy pocas veces
captaba buena señal y podía escuchar nítidamente a los que más quiero. Ahondaba
en recuerdos que me quedaron del último fin de semana que había pasado con
ellos, del asado del domingo, el partido de Boca que miré con mi viejo. Una
lluvia de pensamientos inundaban mi mente.
El tiempo pasaba y pasaba,
todo se volvía cada vez más confuso, más raro. Por un momento perdí el sentido
de todo, no entendía mucho lo que sucedía. Nada era coherente, sólo quería
buscarle el propósito de querer llorar.
Hasta que, en cierto lapso de
alivio, mezclado con resignación por no encontrar las ansiadas respuestas,
logré la concentración justa para escribir. De poder retratar la extraña
experiencia en unas pocas líneas. Lo único que pude hacer.
Si algún día consigo la razón
lo escribo, lo prometo.
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