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La nota destacada de la semana!

Llueve, llueve mucho

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Llueve, llueve mucho.  Se escuchan las gotas cachetar la chapa del techo. Los chorritos golpeando en el suelo.    Me salpican en los pies descalzos.   Sigue lloviendo más fuerte.    Los chusmas estiran el cuello por las ventanas para ver. Ver no sé qué, ellos ven.    Pasan los autos a los palos buscando un techito por si llega a granizar. Los más atrevidos dejan el auto abajo de una plantita.    Ahora me salpican las piernas, el pantalón se está humedeciendo en las botamangas. Me las arremango.    Llueve más fuerte y la vicera de mí casa aguanta lo que puede para que yo no me moje tanto. Insisto en quedarme afuera para seguir viendo. No sé qué, yo veo.    Los caracoles y babosas aparecen de la nada, ellos aparecen, no sé de donde solo aparecen. Escalan las paredes. Nunca supe porqué.   Las cachetadas se vuelven golpes estruendosos.   El olorcito a tierra mojada está desaparecido de a poquito.    La tarde veraniega de las 5 se vuelve noche

Algo como la gente

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La gente ya no se dice salud ni buen provecho. Siempre la vida del otro fue más complicada que la de uno y las señas del truco no las saben todos. Cualquiera puede manejar la economía del país y saber qué es lo que le hace falta para que lleguemos a ser una potencia mundial compitiendo cabeza a cabeza con Estados Unidos, Alemania o Japón. Tenés que hacer esto, esto y esto otro; ojo, yo no lo hago, pero vos hacerme caso. La política es solo para los corruptos, los mentirosos y los que quieren muchos hoteles en el sur. Porque votamos para que se haga justicia, no para el bien común o porque el candidato realmente nos representa. Votamos a quien menos nos molestaría que asuma pero aún sabiendo que el que votamos también se va a robar todo y nos va a dejar en pelotas igualmente. Directores técnicos de fútbol abundan. Nosotros no preguntamos, hacemos una consulta. El programa de Tinelli es pornografía implícita que los casados consumen. Es una excusa, una sonrisa picarona perm

¿Para qué era que queríamos ser grandes?

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    Nacemos, crecemos, maduramos, seguimos creciendo, seguimos madurando, peinamos canas y ganas.     Seguimos madurando. Ya no jugamos, nos parece que ya no debemos hacerlo. Ya somos grandes, no es para nosotros. Sólo debemos trabajar, entrar en el sistema que tanto odiamos; la burocracia; las largas colas; las cuentas que se convierten en deudas; nos convertimos en deudores, en morosos. Salimos de cuentas para endeudarnos aun más.     Ya no nos tienen compasión ni comprensión. La excusa de la edad desaparece y nos quejamos, nos quejamos más de lo normal.      Tenemos sueño, mucho sueño y muchos sueños. Nos damos cuenta que hay cosas que no se pueden realizar, cosas que no vamos a poder alcanzar ni siquiera viviendo dos vidas juntas. Aprendemos a valorar el tiempo, ya no es tanto como pensábamos. Calculamos los años, ¿cuánto me queda? Conocemos el significado de utopía.      Logramos meternos en la cabeza el hecho de que algún día moriremos. No nos importa, no lo tenemos presente

Nada es como antes

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Nada es como antes. Los días no son los mismos ni las personas tampoco. Este domingo no será como el domingo anterior, ni como el anterior, ni como el anterior al anterior y así de seguido. Los años pasan, algunos se dejan la barba, otros se cortan el pelo; unos arrancan la Facultad, otros se mudan, se ponen de novios, se casan, se comprometen; otros cambian de gustos, de repente le empiezan a tomarle gustito al hígado con cebolla que antes no les gustaba, el mondongo no les sabe tan feo, aunque le gusten las rubias por ahí ahora una morocha zafa; y unos cuantos dejan de lado las excusas y empiezan de una vez por todas el gimnasio. Vivimos recontra recontra RE contra comunicados, sin embargo no le damos bola al que está al lado ¿Eso es realmente estar comunicados? Hoy seguramente sea un día muy pero muy distinto al que ayer. Entonces ¿Por qué seguimos pensando que la Navidad o el año nuevo no va a ser "como los de antes" si hay un año o más de diferencia? Es una

El Domingo

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Foto Instagram: @javierphotogamma    Como todos los días cada día, cada fin de semana, el último día o el primer día según la religión. El día más aburrido de todos. El domingo.     Nadie quiere al domingo. Desde chico los odiaba porque tenía que ir a misa, escuchar al cura, hacer las "tareitas" que nos dejaban los catequistas.      Más de grande, y con un poquito de madurez, las tardes se convirtieron en las tardes más aburridas del universo. De la cama al almuerzo; del almuerzo a la vereda; de la vereda a la tele; del tele a la mini siesta de 4 horas; de la mini siesta de 4 horas al tele, o en el peor de los casos, al seguimiento con la vista de las volteretas en el aire de una mosca; y así todo el día hasta la cena y a la cama.      Las semanas pasaban y los días domingo seguían siendo lo que siempre fueron, domingos.      Ya casi llegando a la mayoría de edad esos días se convirtieron en resaca, días que se pasaban obligadamente en la cama, o en la mesa cabecean

Saquémonos las caretas

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Cuando eras chico hacías muchas boludeces. Demasiadas.  No te daba vergüenza hacerlas, te sentías bien, era tu manera de ser y no te dabas cuenta, o ni siquiera pensabas en lo que pensaba el resto. En realidad no existía el pensamiento del otro. No importaba si un adulto, niño, niña, perro, gato o pokemón pensara lo que pensara de vos; vos seguías pensando de la misma manera y haciendo las mismas cosas sea donde sea. Total, ¿Quién se iba a querer interponer entre vos y tus actitudes que no sean tus padres o señoritas?  La inhibición no predominaba en ningún aspecto de la vida, al menos en ese momento. Nadie era capas de imponer su presencia para que uno se limitara a hablar de que Pablito te robó un ladrillito de rasti a otro compañerito, o que Valentina se hizo pis encima, o que Santi hizo un castillo re re re grande cuando fue a la playa con su hermano y sus papás el fin de semana.  ¿Quién iba a pensar que algún día alguien , o quizá la vida, nos iba a enseñ

El Mate Viajero (Segunda Parte)

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     La no bienvenida a los mormones jugando a las escondidas en la casa; los anteojos de sol que imponen respeto, estilo y ocultan las ojeras; la tierra que levanta el camión que pasa por las tardes; las macetas de cemento viejas y partidas; los papeles de  la quiniela que no encontraron a su ganador; la flor más linda de la vecina y el gato que mira desde dentro por la ventana; las conversaciones ajenas que siempre quisimos escuchar; el cenicero sucio lleno de filtros; la incomodidad de barrer una escalera; la identidad que te da un título universitario ante la sociedad; los martes 13, la sal que se cae o se pasa de mano en mano, los gatos negros y el puente que forman las escaleras y nadie se atreve a atravesar; la corrida que se inicia cuando abre el semáforo y estás a mitad de la senda peatonal; el quiosco y el kiosco; el silbido de los frenos del camión y el silbido del buen humor; la vieja que con lentes de sol y teñida de rubia se siente una pendeja; los garzos frescos en