Llueve, llueve mucho




Llueve, llueve mucho. 
Se escuchan las gotas cachetar la chapa del techo. Los chorritos golpeando en el suelo.  
Me salpican en los pies descalzos. 
Sigue lloviendo más fuerte.  
Los chusmas estiran el cuello por las ventanas para ver. Ver no sé qué, ellos ven.  
Pasan los autos a los palos buscando un techito por si llega a granizar. Los más atrevidos dejan el auto abajo de una plantita.  
Ahora me salpican las piernas, el pantalón se está humedeciendo en las botamangas. Me las arremango.  
Llueve más fuerte y la vicera de mí casa aguanta lo que puede para que yo no me moje tanto. Insisto en quedarme afuera para seguir viendo. No sé qué, yo veo.  
Los caracoles y babosas aparecen de la nada, ellos aparecen, no sé de donde solo aparecen. Escalan las paredes. Nunca supe porqué. 
Las cachetadas se vuelven golpes estruendosos. 
El olorcito a tierra mojada está desaparecido de a poquito.  
La tarde veraniega de las 5 se vuelve noche. 
Viene mí viejo a traerme un mate y me grita "te traje un mate" 
 El cielo reniega, se queja, está enojado. Se oscurece un poquito más. 
Mis pies ya están mojados del todo y son iluminados de vez en cuando por algún destello.  
Llueve un cachito menos. Se levanta el viento. Esto da para largo.  

Comentarios

Entradas más populares de este blog

¿Para qué era que queríamos ser grandes?

¿Guiso o Sushi?

Saquémonos las caretas