El Mate Viajero (Segunda Parte)
La no bienvenida a los mormones jugando a las escondidas en
la casa; los anteojos de sol que imponen respeto, estilo y ocultan las ojeras; la
tierra que levanta el camión que pasa por las tardes; las macetas de cemento
viejas y partidas; los papeles de la
quiniela que no encontraron a su ganador; la flor más linda de la vecina y el
gato que mira desde dentro por la ventana; las conversaciones ajenas que
siempre quisimos escuchar; el cenicero sucio lleno de filtros; la incomodidad
de barrer una escalera; la identidad que te da un título universitario ante la
sociedad; los martes 13, la sal que se cae o se pasa de mano en mano, los gatos
negros y el puente que forman las escaleras y nadie se atreve a atravesar; la
corrida que se inicia cuando abre el semáforo y estás a mitad de la senda
peatonal; el quiosco y el kiosco; el silbido de los frenos del camión y el
silbido del buen humor; la vieja que con lentes de sol y teñida de rubia se
siente una pendeja; los garzos frescos en la vereda que son esquivados por la
gente y los chicles duros, secos, negros y viejos pegados en el suelo; los
amores que no fueron, los que no pudieron ser y los que son; los cachitos de
arcoíris que dejan las manchas de aceite en la calle; los espejos que ahuyentan
a las viejas y atraen a las pendejas con celulares para sacarse una foto para “insta”
o “feis”; las fundas de celular raras; la florería visitada sólo por causa de
una alegría o una inmensa tristeza; el fondo del tarrito de plástico de dulce de
leche al que nunca llega la cuchara; las etiquetas de los shampoo que ya no las
lee nadie cuando van a hacer lo segundo; la caspa; los piojos del verano; la
medida exacta desconocida de cortar el papel higiénico; los dibujos ocultos en
los tirantes de madera del techo; el golpeteo de los talones en el suelo al
ritmo de la batería; los auriculares blancos; las cartas escritas a mano en una
hoja arrugada, las flores del 14 de febrero y el peluche color café y las
sonrisas que le siguen; la luna de queso; la humedad que no se va de la pared
de aquella esquina; los insomnios, sueños y pesadillas atribuidas a una sola
persona; el black Friday y el viernes negro; los Backstreet Boys, Mambru y
Bandana; el apruo x escrbr lo mens, las beses q escrivimos sn pemsar la ortogafia;
la buena onda de los viernes a la tardecita; las canciones basadas en experiencias
en el amor y las que no; esa canción que
nos hace llorar, la que nos trae buenos y malos recuerdos al mismo tiempo, las
que nos hacen ruido en el corazón y en el alma; esa tarde que nunca querés
olvidar y la que desearías olvidar; las personas que quizá veas una sola vez en
la vida, la gente que se excita al ver un auto con forma rara y más veloz que
el resto; el lugar donde cagó un conejo, las personas que las mandaron a la
puta madre que los parió y los que los mandaron a la mierda; el miedo a la muerte,
los fantasmas y el amor; el pip censurador; no saber que decir en los velorios;
los confundidos de siempre que se ponen campera hasta en las mañanas de
octubre; esos sueños pelotudos, esperanzadores que te hacen ver de otra manera
las cosas y al cabo de unas horas o
minutos preguntas ¿Qué estoy haciendo? Como cuando llega ese orgasmo que te
baja a la realidad; sacar la lengua como signo de rebeldía y revolución infantil
hacia cualquier persona; el azúcar húmeda y piedras duras de la azucarera del
mate…
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